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Hablemos de los mayores, pero hablemos bien

Escasa presencia, una representación poco realista que retrata a un colectivo homogéneo y un exceso de imágenes y lenguaje cargados de estereotipos son algunos de los “suspensos” que los medios de comunicación siguen cometiendo cuando se refieren a las personas mayores

M.S. / EM 08-03-2023

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Hagan ustedes la prueba antes de empezar a leer este reportaje: vean un informativo de televisión, por ejemplo, e identifiquen cuántas noticias tienen a las personas mayores como protagonistas y cuál es su enfoque. Repitan la misma operación con cualquier diario generalista: ¿En cuántas páginas se habla de las necesidades o de las demandas de los senior? Y más aún, ¿en cuántas informaciones se hace referencia a los mayores y al proceso de envejecimiento desde una perspectiva positiva?

Las conclusiones las van a extraer muy pronto, pero, para conocer más a fondo el porqué de estas circunstancias, debemos prestar atención, en primer lugar, a la presencia de los senior, es decir, al espacio que se les dedica en los medios informativos. Si estableciésemos una proporcionalidad entre el número de mayores de 65 años que existe en España (representan más de un 21% de la población total) y el espacio que se dedica en los medios de comunicación a referirse a ellos y las cuestiones que les preocupan, es evidente que debería existir un equilibrio entre ambas partes. En la práctica, lamentablemente, la proporción justa brilla por su ausencia.

Un informe elaborado por la periodista Loles Díaz Aledo, hace ya una década, advertía de que “los medios de comunicación deberían tener en cuenta a las personas mayores en función de su número y también de sus diferencias. Deberían mostrar los distintos modelos de ser mayor que coexisten en la actualidad y darles voz y visibilidad, pero la realidad es que están poco presentes y que, cuando aparecen, la imagen más habitual es la de personas con la salud muy deteriorada, que viven con una pensión escasa y pasan el tiempo, pasivamente, sentadas en un banco en el parque”.

Irene Ramos es la coordinadora del Observatorio de Mayores y Medios de Comunicación (MAYMECO) de la Universidad Permanente de Alicante (UPUA), un grupo de investigación que, como ella misma cuenta a este periódico, surge en 2007 “porque nos percatamos de esa discriminación que existe hacia los mayores en los medios de comunicación. Vimos que era necesario contribuir a que se difundiese una imagen de los mayores que fuese actual, real y no estereotipada”. La profesora añade, además, que “hoy, gracias a la proclamación por parte de la OMS del Decenio del Envejecimiento Saludable, hablamos de edadismo, pero en 2007 nadie hablaba de ello”.

Precisamente, esta falta de representación es una de las múltiples manifestaciones del edadismo. “Cuando no muestras algo, lo único que haces es invisibilizarlo. Es decir, estás negando una realidad evidente”. El problema de base, como destaca la coordinadora de MAYMECO, es que “la construcción social que tenemos del envejecimiento es muy negativa y eso se debe a cómo los medios de comunicación tradicionalmente han mostrado este tema. En nuestra cultura, en general, sigue muy presente el mito de la eterna juventud”. 

Y es que, como resume la doctora Amparo Suay, directora del Grado en Comunicación de la Universidad Internacional de Valencia (VIU) y periodista especializada en información sociosanitaria, “en mis investigaciones en general, siempre está muy presente la idea de que las personas mayores merecen que se les dé voz propia en los medios de comunicación, más allá del edadismo y de esa mirada estereotipada que se ofrece desde los medios generalistas. En este sentido, se debe otorgar un reconocimiento a la sabiduría de toda una vida de experiencia de las personas mayores y visibilizar su valiosa aportación a la sociedad”.

La doctora hace referencia, además, a ese reflejo que se hace de los senior como colectivo homogéneo, “imagen trasladada habitualmente por los medios de comunicación que ha sido rechazada reiteradamente por las personas mayores y entidades que las representan”, y alude a la importancia de poner énfasis en la dignidad de las personas mayores, “desde el respeto a su integridad y autonomía personal, y de mostrar cómo pueden contribuir a crear una ciudadanía más participativa y a enriquecer a otras generaciones”.

Suay es investigadora, junto al profesor Hugo Aznar Gómez, director del Observatorio de Gobernanza, Transparencia y RSC de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, de un estudio que precisamente ahonda en un dato demoledor: la presencia de las personas mayores en los medios de comunicación es baja, en relación a su peso en la sociedad. Además, el informe revela que el 85% de profesionales consultados para este estudio señaló que la imagen mediática de las personas mayores no se ajusta a su realidad y para el 82% este retrato fue calificado como peyorativo, paternalista o sensacionalista.

LA IMAGEN DE LOS SENIOR EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Para la socióloga Elena del Barrio, codirectora de Matia Instituto, “sin lugar a dudas, el edadismo o la discriminación por razón de edad está en los medios de comunicación. Los medios son un reflejo de la sociedad y la sociedad es edadista, pero también son protagonistas a la hora de seguir perpetuando los estereotipos o en combatirlos. Los medios son una herramienta muy importante en la vida cotidiana de todas las personas con diferentes utilizades: evadirnos, informanos, sentirnos parte del mundo… Pero también son clave a la hora de formarnos una idea de lo que nos rodea”. 

El perfil de los mayores va cambiando –de la misma manera que lo hace cualquier otro grupo de edad–, pero no así el reflejo de esta realidad que se construye en los medios. Como señalaba Díaz Aledo en su informe de 2013, se trata de “un retrato anclado en el pasado”, como si los senior de hoy siguiesen siendo, y de manera homogénea, igual que los de hace 50 años. A las transformaciones sociales habituales se han sumado, en 2020, las derivadas de la irrupción de la pandemia, un momento histórico en el que los mayores fueron retratados por los medios como frágiles, dependientes y vulnerables. Lo fueron, sí, a consecuencia de cómo el virus se cobró muchas de sus vidas pero, por otro lado, se acusó a televisiones y prensa de incidir demasiado en este retrato.

Con la crisis de la Covid-19, destaca Del Barrio, “la imagen de las personas mayores ha ido hacia atrás, sobre todo en los medios, las redes sociales y en las noticias. Ya que todos los titulares se centraron en homogeneizar a la población de 70 y más años como personas de riesgo. La crisis ha marcado un antes y un después en muchos aspectos y en el ámbito del edadismo ha sido el momento de mayor exaltación, lo cual ha supuesto después y como respuesta, un movimiento social de repulsa”. La codirectora de Matia Instituto incide en que, durante los meses más duros de la crisis, “se instauró en el debate político, social y ético sobre si la vida de las personas mayores tenía el mismo valor que las de cualquier otra generación, o si las personas mayores deberían recluirse con mayor dureza, o si deberían acceder al sistema de sanitario”.

En este sentido, Suay hace una valoración de que “las imágenes estereotipadas y negativas que han aparecido en algunos medios de comunicación generalistas –vinculando enfermedad a vejez, deterioro y carga social– han podido reforzar el edadismo, lo cual sí significa un cierto retroceso. No obstante, ha habido medios de comunicación, sobre todo los especializados en esta temática, que han hecho, y siguen haciendo, un buen tratamiento informativo. No se puede generalizar”.

De una forma u otra, este edadismo que Del Barrio califica de “atroz” ha sido el que ha activado “un mecanismo de concienciación social para abordarlo: la discriminación por edad ya existía, pero al verse de forma tan visible durante la pandemia ha significado la puesta en marcha de un movimiento social en contra de lo que estaba sucediendo”.  

Hay una realidad que se ha puesto sobre la mesa a raíz de la pandemia y, en esta cuestión sobre la visbilización, coinciden las profesionales con las que hemos hablado. La coordinadora de MAYMECO comenta que, desde los años 70, se ha estudiado que los niños de entre 4 y 11 años consideran a los mayores como vulnerables, dependientes y frágiles, “y lo que es peor, esa percepción es la misma que tenían ellos de su propia vejez. Es decir, creían que de mayores también iban a ser así. El hecho de que niños tan pequeños piensen esto se debe a que absorbemos el estereotipo del entorno –ya no solo de los medios, sino también de la política, de la familia, etcétera–, por ello, insisto en que se trata de un problema de construcción social que hay que atajar”.

El discurso reiterado durante la irrupción de la Covid-19 de las muertes en residencias, de la soledad, etcétera, ha intensificado el trazado de los senior como un colectivo uniforme, homogéneo, dependiente, vulnerable y frágil. “Estábamos consiguiendo desterrar esa imagen y con la pandemia hemos dado marcha atrás en ese sentido”, lamenta Ramos.

En lo que no caben dudas, como debatimos con esta profesional, es que existen tantas formas de envejecer como estilos de vida y eso, incide, “es lo que debería mostrarse. Estamos frente a discursos generales cuando, en verdad, nuestra sociedad está cada vez más polarizada. Y lo peor es que esa exposición que tenemos a esos mensajes, nos acaba influyendo y terminas entendiendo el mundo de la manera en la que se te está mostrando”.

Entonces, ¿cuáles son las consecuencias de la difusión de estas imágenes tan poco realistas? El hecho de retratar a los senior desde una perspectiva tan sesgada y, en líneas generales, de asociar el envejecimiento como algo negativo interfiere directamente en la propia salud de los mayores, que terminan interiorizando esa fragilidad, de alguna manera, “autoimpuesta”. Algunas investigaciones hablan, incluso, de que la percepción negativa de sí mismos puede llevarles a vivir una media de siete años y medio menos.  

“Los mayores no renuncian a la edad que tienen, pero sí al estereotipo estigmatizado que se hace con ‘lo viejo’. Ellos, obviamente, no se consideran ni usados, ni gastados, que es lo que lleva aparejado ese ‘viejo’. Precisamente, organismos como el observatorio son una herramienta que puede ayudar en ese asesoramiento a los medios para transformar esta situación”, destaca Ramos.

UNA NUEVA MIRADA
En el camino hacia esta nueva tendencia, las imágenes y el lenguaje son dos pilares en los que se centra el debate, un cambio que debe nacer tras erradicar la concepción peyorativa que se tiene de la vejez. 

Conocer la realidad, es decir, acercarse a cuáles son las necesidades de las personas mayores, incluyendo los aspectos positivos y negativos, es el primer paso por el que apuestan las profesionales. “Por supuesto que también existe esa realidad de dependencia y fragilidad, pero es un porcentaje pequeño. Hemos interpretado una parte por el todo. A través del lenguaje reproducimos estereotipos de manera inconsciente y los vamos perpetuando, de ahí que sea un proceso que para cambiarlo requiere, fundamentalmente, tiempo”, concluye la coordinadora de MAYMECO.

Algo está cambiando, aunque “lentamente”, se muestra prudente Del Barrio: “Los medios se empiezan a hacer eco de los cambios sociales y a ser conscientes de que muchas de las personas que les consumen son esas personas mayores que estereotipan. Y las imágenes que les representan empiezan a ser más diversas, a vincularse a la actividad, a la salud, a la participación en sociedad. La publicidad es la primera que se hizo eco y empezó a mostrar otros perfiles y otras realidades”.

RECOMENDACIONES PARA EL CAMBIO
Desde el MAYMECO recogen un dato que merece atención: antes de la pandemia, el 40% de las noticias que tenían que ver con personas mayores no mostraban imágenes de mayores. Un dato que, como califica la coordinadora de este observatorio, resulta “demoledor”. 

Explica Irene Ramos que “los bancos de imágenes, por ejemplo, incluyen fotografías muy estereotipadas y eso muchas veces no concuerda con la realidad y transmite demasiados aspectos negativos. Me refiero al ‘típico abuelo’ o los ‘jubilados sentados en el parque’. Suelen ser imágenes en las que se huye de mostrar el rostro. Se oculta la vejez y las arrugas, en otras palabras. Por lo tanto, es urgente construir una nueva estética con nuevas imágenes”.

La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) coincide en recoger esta misma recomendación en su guía para el tratamiento de la información sobre personas mayores. Así, en este documento, los profesionales de la entidad señalan que “se debe priorizar el uso de imágenes alegres, positivas, que reflejen actividades variadas y cotidianas”. Pero actualmente, es más habitual el empleo de imágenes relacionadas con enfermedades, dependencia o fragilidad que, como exponen en esta guía, “no representan a todas las personas mayores, ni a la mayoría del colectivo”.

La imagen tiene una carga considerable en cualquier información, pero no menos importante es el lenguaje. “Cuando los medios utilizan imágenes más vinculadas a la fragilidad y dependencia, están siendo edadistas, pero también lo son cuando en los titulares utilizan términos como ‘nuestros mayores’ o ‘los abuelos’, promoviendo un sentimiento paternalista y de condescendencia. Que aunque pueda emerger del cariño no hace más que situar a esas personas en un escalón por debajo, es decir, minusvalorar”, expresa Elena del Barrio. El cambio del lenguaje, comenta la codirectora de Matia Instituto, debe consistir en “dejar de utilizar términos como anciano, jubilado o abuelo, cuando se habla de personas mayores en general. Simplemente hablar de personas. Y sobre todo darles voz, que se hable en primera persona de las personas mayores no desde la otredad”. 

De la misma manera, Amparo Suay reitera la importancia de “eliminar el uso de términos globalizadores que implican una generalización de condiciones negativas sobre ellas como ‘dependientes’, ‘enfermas’, ‘tristes’ u ‘ociosas’. Si en vez de utilizar estos adjetivos, se utilizaran otros poniendo en valor su utilidad y capacidad como ‘autosuficientes’, ‘capaces’ o ‘valientes’, se estaría dando una imagen más constructiva”. Como concluye resumiendo Irene Ramos, “necesitamos un lenguaje que muestre la nueva realidad en que vivimos”.

En primer lugar, los expertos apuntan a que es necesario contar en los contenidos con los propios mayores, y así en el resto de esferas, no solo la de la comunicación. En otras palabras, cederles espacio para su participación. 
En segundo lugar, el uso de imágenes reales y un lenguaje cuidado será el siguiente paso para construir una adecuada información. 

Y, en tercer lugar, la tendencia debe dirigirse hacia mensajes positivos, dejando a un lado esa visión de la vejez asociada al dramatismo y la dependencia. “Hay que evitar el discurso homogeneizador y estereotipado, los mensajes parciales que traten el envejecimiento como problema o el uso de eufemismos”, señala Del Barrio.

La literatura científica sigue evidenciando, tal y como expresa Amparo Suay en su entrevista con entremayores, “la necesidad de modificar el tratamiento mediático que recibe en general el colectivo de las personas mayores que se encuentra infrarrepresentado en los medios de comunicación en general, ya que se sigue trasladando una imagen estereotipada, que no muestra la pluralidad del mismo y que, por tanto, no se ajusta a su realidad, resultando peyorativa, paternalista o sensacionalista. Al contrario, se incide en que se deben seleccionar y utilizar imágenes que se ajusten a la realidad plural de las personas mayores, mostrando la heterogeneidad de este grupo social desde diversos ámbitos: salud, nivel cultural, económico, etcétera, lejos de esa imagen de las personas mayores como dependientes, enfermas o con alguna discapacidad”. 

En este sentido, es importante también dar el salto a resaltar las oportunidades del envejecimiento, enfatizando la idea de que vivir más años es un logro y no una penitencia. En la guía de recomendaciones de la SEGG resaltan que los senior son “un motor activo y positivo para toda la sociedad”. Además, destacan, se han convertido en “un impulso socioeconómico, algo que puede favorecer la imagen que se transmita de ellos. Es decir, no se les puede considerar una clase pasiva, uno de los estereotipos más dañinos que afectan a su dimensión económica y productiva”.





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